Casi una niña,
el collar de
claros corales a la espalda,
huyes vestida de
gasa, de lila, de rosa.
Llevas los ojos
en los pies que no alcanzo,
los ojos en las
manos escondidas,
los ojos en la
cara sin huésped.
Dejas una espuma
ahilada
de trigo,
una confusión de
lino
en tanto aire,
la copa de
amapolas desvaídas,
el mundo de
polen en vuelo.
Reclinada en la
ausencia del agua,
segura entre
rocas invisibles,
la almohada de
sílex te espera como una concha áspera.
La niña-flor va
por el aire
entre los dedos
lisos de las ramas,
sin tocar el
hilván de la luz,
separada,
mujer de muro
mielado,
olvidada del
sol,
mariposa
confusa,
caléndula,
uva moscatel que
el otoño mueve.
Irma Cuña
Argentina
Neuquén, 2 de
septiembre de 1932
Neuquén, 16 de
mayo de 2004
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